Colinas como elefantes blancos
Ernest Hemingway
Del otro lado del valle del Ebro, las colinas eran largas y blancas.
De este lado no había
sombra ni árboles y la estación se alzaba al rayo del sol, entre dos líneas de rieles.
Junto
a la pared de la...
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Colinas como elefantes blancos
Ernest Hemingway
Del otro lado del valle del Ebro, las colinas eran largas y blancas.
De este lado no había
sombra ni árboles y la estación se alzaba al rayo del sol, entre dos líneas de rieles.
Junto
a la pared de la estación caía la sombra tibia del edificio y una cortina de cuentas de
bambú colgaba en el vano de la puerta del bar, para que no entraran las moscas.
El norteamericano y la muchacha que iba con él tomaron asiento en una mesa a la
sombra, fuera del edificio.
Hacía mucho calor y el expreso de Barcelona llegaría en
cuarenta minutos.
Se detenía dos minutos en este entronque y luego seguía hacia
Madrid.
-¿Qué tomamos? -preguntó la muchacha.
Se había quitado el sombrero y lo había
puesto sobre la mesa.
-Hace calor -dijo el hombre.
-Tomemos cerveza.
-Dos cervezas -dijo el hombre hacia la cortina.
-¿Grandes? -preguntó una mujer desde el umbral.
-Sí.
Dos grandes.
La mujer trajo dos tarros de cerveza y dos portavasos de fieltro.
Puso e
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